20080227

De Coetzee

Hoy me levanté a las 0500 para obtener una de las primeras consultas en la clínica del seguro que me toca, a las 0610 ya estaba esperando a la enfermera que da las citas y ya había dos personas antes que yo.

Espera en total de tres horas, mi compañero, un libro, como últimamente. Era El maestro de Petersburgo, de J. M. Coetzee, una novela que trata un pasaje de la vida de Fiodor Dostoievski, tiene mucho que ver con el dolor y el luto.

Reproduzco un fragmento:


"Si siguieras mi consejo, Fiodor Mijailovich, y confío en que no te importe que apeemos el tratamiento, si quieres saber cuál es el consejo de uno que ha pasado, por así decir, por la piedra de amolar, cede a tu pena, no la resistas, llora como una mujer. Ese es el gran secreto de las mujeres, eso es lo que les da ventaja sobre los hombres como nosotros. Saben cuándo ceder, cuándo echarse a llorar. Nosotros, tú y yo, no lo sabemos. Aguantamos, embotellamos la pena dentro de nosotros, la encerramos a cal y canto, hasta que se convierte en el mismísimo demonio. Y entonces nos da por cometer alguna estupidez, solo con tal de librarnos de la pena, aunque no sea más que un par de horas. Sí, cometemos alguna estupidez que luego habremos de lamentar durante toda la vida. Las mujeres no son así, porque conocen el secreto de las lágrimas. Tenemos que aprender del sexo débil, Fiodor Mijailovich; tenemos que aprender a llorar. Fíjate: a mí no me avergüenza llorar. El mes que viene se cumplirán tres años desde que sobrevino la tragedia. ¡Y no me avergüenza llorar!"


Ahora bien, mi problema no es el llanto, sino que creo que estoy, al menos en parte, en la negación. Quiero suponer que es pronto. Tampoco estoy de acuerdo con lo de sexo débil, pero hay que considerar el contexto.

Es que gran parte de mi vida, de las cosas cotidianas, se hallan aún inmersas en tu presencia: tu nombre aparece en todos mis correos electrónicos y en mi cartera; cargo tus fotos en mi iPod y en mi celular; en la cocina está el vaso de tu cena de graduación; entre mis libros habitan los recuerdos, en mi PC, en mis fotos del FB; eso sin contar que he visto cuando te conectas en el messenger, aunque he optado por no hablarte y permanecer como no conectado.

Si permanezco "embotellado", es en tu recuerdo, que me rodea casi como el dolor de no tenerte, no he eliminado o escondido lo que me recuerda a ti por miedo. El miedo a perderte ha tomado otro cariz, el miedo de mi vida sin ti, creo que a eso es a lo que me cierro con tanta vehemencia.

Y no pienso cometer una estupidez, no. Con las que cometí contigo bastan.

No hay comentarios: