20080924

En que se habla de sueños


Hoy soñé que tenía una herida en la pierna y mi labor en la oficina donde trabajo era cuestión de obediencia militar. La herida tenía sangre seca, fresca y viscosa, los vellos enredados estaban pegados a la piel, que tenía un color que no debe tener la piel sana. Por disposiciones que no comprendo y que no cuestioné (estaba soñando, ya saben cómo es eso) se decidía que lo mejor era amputar la pierna, un poco abajo de la rodilla.

Todo esto pasaba en mi lugar de trabajo. A veces uno sueña que está en casa o en otro lugar, pero el lugar del sueño no corresponde al de la realidad, pero en el sueño uno sabe que, efectivamente, ésa es su casa. Pues no era así, soñé con la oficina tal cual es.

Total que le hablaban a un doctor, él venía a la oficina y me veía la pierna, sin siquiera tocarla, y decía "mejor voy a cortar la otra, ésta todavía puede salvarse" y yo pensaba "tiene sentido, si puede salvarse para qué cortarla". Entonces una enfermera empezaba a amarrarme un trapo en la boca y me decía que lo mordiera. Yo interrumpía al ver el oxidado serrucho que el doctor estaba sacando de un maletín negro, como deben ser todos los maletines negros de los doctores, y como seguramente era el maletín de Farabeuf.

Le decía "nel, yo quiero que me duerma, no anestesia local, quiero que me duerma" y el doctor replicaba "es que así es más fácil y más rápido". Yo contestaba que no me importaba, y que ciertamente no sería más fácil para mí. La jefa intervenía y decía que mejor lo dejáramos para el día siguiente. Yo sospechaba que su decisión tenía que ver con la carga de trabajo del departamento, pero no decía nada, significaba un día más con mi pierna y que podría despedirme de ella apropiadamente.

Durante el resto de la jornada laboral lloraba porque era el último día con las dos piernas. Al salir del trabajo pensaba que en realidad era absurdo que me amputaran la pierna si había posibilidad de salvarla, pero más ridículo era que me cortaran la sana. Y pensaba "mañana se los diré, no dejaré que me corten la pierna, además, fuera de la herida, no le veo nada malo".

Apuntes:

*Durante todo el sueño la pierna no me dolía ni nada, en el sueño no sentía molestia de ningún tipo.

**Acababa de leer un pasaje en el que unos mongoles desollaban a un hombre vivo y el recuerdo quedó vivamente impreso.

***Mis dos abuelos tenían diabetes y a ambos les amputaron las piernas.

****La referencia a Farabeuf, aunque se me acaba de ocurrir, no es gratuita, quien leyó el libro de Salvador Elizondo sabe a qué me refiero. Además, también hay una tortura (pero china) descrita gráficamente.


Si en la noche regresa el doctor, a quien llamaré Farabeuf, ya les contaré de a cómo nos toca.

20080918

En que Armandís habla de sí en tercera persona


A lo lejos, los árboles, los carros, los edificios se veían con una nitidez inusitada. Armando se detuvo a mitad del puente peatonal para analizar el fenómeno. El día estaba nublado, pero el horizonte adquiría una profundidad pocas veces vista. La luz era extraña, era como si no existiera; por supuesto que la había, de otra forma no se habría visto nada, simplemente sucede que –pensó después– las cosas se ven como si se hubiera levantado un velo, una cortina que no dejaba apreciarlas por completo. Eso era, lo cerrado del cielo no permitía el paso de la luz directa, la luz que hace entrecerrar los ojos o poner una mano hábilmente extendida sobre las cejas, la luz que obliga a usar lentes oscuros, la luz reverberante de los días de verano, la luz que hacía ver blanquísimos los azahares de la niñez.

Apresada, permanecía estática entre el Arriba y el Abajo, no lastimaba la vista, sino que la alargaba y dibujaba mejor los contornos, las sombras del rostro proyectadas por el propio rostro; las líneas y nervaduras de las hojas palpitantes, las ramas meciéndose; los cortes rectos, predecibles, de los edificios; los nerviosos autos, surcando la carretera.

Armando, parado ahí, viendo pasar a la gente que no parecía darse cuenta del fenómeno, se sintió secretamente feliz por un momento.