A menudo he fantaseado con ser otro. Y no ser otro sólo por serlo, sino ser alguien radicalmente distinto a mí. Me interesan los aspectos físico y mental. Incluso he pensado en el extremo: ser chaparrito, pelón, de lentes; o ser un completo idiota, cínico, corrupto y espurio.
Pero no sólo habitar esta energía que soy tras los ojos de alguien más, conservando mi conciencia; sino ser, en cada célula e impulso neuronal, esa otra persona.
Creo que lo llamativo para mí, en estas suposiciones, es experimentar otros tipos de conciencia: la conciencia de no tener nada, de no saber qué comeré mañana o dónde dormiré; la conciencia más apremiante de la salud, en el lecho sudado y oloroso, con dolores, con oleadas de malestar; la del deportista que ve lejanas sus aspiraciones sin importar lo duro que entrena o, por el contrario, del deportista exitoso; la del laureado profesor; la del ladrón, del malhechor necesitado que no sabe hacer otra cosa o la del que no quiere hacer otra cosa; del que hiere a alguien por gusto; de los estúpidos policías que, en vez de jalar, empujan; la conciencia del antropólogo que por primera vez se lleva a la boca un Psilocybe mexicana o cubensis; la del nuevo rico que todavía experimenta una corriente de endorfinas al comprar lo que antes no podía; la de la niña que espera un bebé, sin desearlo; la del escultor que vende su primer obra; la del jefe que es buena persona, pero no puede mostrarlo a sus empleados; la del bloguero(a) que escribe diario; la conciencia del anónimo que se toma muchas molestias para molestar; la del asesor de tesis que envidia a su asesorado; la del que incurre en acoso sexual; la de la acosada; la del que tiene dos trabajos y, además, es taxista; la conciencia de un vendedor de quesadillas; de un grupero, un reggaetonero; de un emo; de alguien con un título nobiliario; de un ciego; de un personaje de novela que se sabe personaje.
O experimentar la conciencia de otros seres: la de los árboles, de sus hojas ligeras y próximas a caer, de sus troncos torcidos o rectos, robustos o frágiles, de su savia palpitante; la de las luciérnagas y su búsqueda; la vertiginosa conciencia de las golondrinas; la de la mariposa que se esconde tras la puerta; la del gis que cumpliendo su propósito se consume; la de un libro, mientras alguien recorre su lomo con el dedo, o le hace cosquillas entre las páginas; la de un vaso, ¡Mas qué vaso —también— más providente!
O tal vez sea que, motivado por mis inconformidades, ansío dejar de ser yo mismo por un momento.
20080703
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2 comentarios:
Digo, igual no viene mucho al caso lo que te decía, pero me recordó a Stranger than Fiction, por la parte del personaje que sabe que lo es.
Un beso... creo que todos soñamos a veces, o imaginamos a veces ser alguien más y vivirlo desde casa célula e impulso nervioso de nuestro cuerpo.
Al principio me sonó a que te morías de ganas por ser el ilustre Fecal :)
Yo ya no quiero ser otro, creo que por ahora me bastaría con ser, bien, este que soy.
Beix
V
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